Nivaria Perera
Imbuidos en un mundo muy, muy convulso saliendo y entrando a olas de pandemia por el COVID19 y con una guerra innecesaria (solo por el poder por el poder) contra el mayor granero de Europa por parte de Putin y sus fuerzas rusas que tiene a la economía mundial bailando sones nada armónicos, llegó de nuevo a mis manos una espectacular antología “Jubilo y pena del recuerdo”, de una de las mujeres brillantes de nuestro país y también olvidada, Lillia Ramos.
He releído con avidez cada uno de los ensayos las páginas de costarricenses y unos pocos extranjeros como José Martí, de fuste que con ellas han tejido la historia vívida de nuestra Costa Rica, en sus distintos momentos dejando una estela de civilismo, respeto y ferviente fidelidad a la democracia y a la libertad en los textos compilados por Ramos en 1965, pero tan actuales y necesarios hoy para un momento como el que nos aprestamos a vivir con un nuevo gobierno de un partido nuevo y un poder legislativo amalgamado en cinco fracciones, incluyendo el ejecutivo y en una bancada minoritaria( 6 diputados) el izquierdista Frente Amplio.
El conjunto de semblanzas sobre hechos y personajes patrios es tan rico como una verdadera pintura de las raíces nuestras que han permitido alabar, no sin críticas oportunas la acción de empresarios como Minor C. Keith por la pluma de Cleto González Víquez, empresario visionario que dibujó el emprendurismo y combate contra la naturaleza agreste para lograr la obra titánica que por muchos, muchos años abrió camino al progreso nacional con una nueva vía al Caribe y por ende al Atlántico.
Y los hechos del 18 de julio de 1884 desgranados con claridad y ojos de joven acucioso y que presenció el hecho histórico que ha traído una clara diferencia en la relación del la iglesia y el Estado costarricense. Sí, de Alfonso Jimenez, escribiente del Juzgado de Hacienda Nacional en aquel momento narra cómo el Presidente Prospero Fernández viajó de madrugada, desde Guanacaste para decretar, con tres artículos claros, fuertes y contundentes el destierro a Monseñor Thiel (San José), jefe de la iglesia católica y a la Compañía de Jesús ( regentes del Colegio San Luis Gonzaga, Cartago) por sus acciones con “ mira de trastornar el orden público con el fin de apoderarse de la dirección de negocios que solo le incumben al Poder Público constitucionalmente establecido”. Así sin dilación y de tajo el Presidente Próspero Fernández corto de cuajo una situación anómala para la salud democrática de la nación.
Y Misa de Ocho, una bellísima pieza armónica, no sólo por el telón de fondo de la Banda Militar en la Catedral, es una ricura de claro oscuros que nos regala Yolanda Oreamuno. Ella con su pluma nos lleva a interiorizar y vivir lo que cualquier feligrés puede con su mucha, poca o ninguna fe vivir un domingo cualquiera en una celebración religiosa, en este caso en la Catedral. Magistralmente hace un engarce riquísimo de la imaginación del parroquiano, la luz del verano y la música de la Banda Militar que ¿por qué no llama a mover los píes?, en medio de una adoración al Ser Superior. Yolanda, la transgresora, nos enfrenta a la intensidad de vivir, a la necesidad de asir ese Ser Intangible brumoso a ratos que también puede apreciar tanto la delicadeza silenciosa de la oración trémula del rincón o los pies danzantes del ferviente creyente.
Solo son tres ejemplos del significado que tienen los textos escogidos al azahar, para invitarlos a leer o releer a Jubilo y Pena del Recuerdo, luego de una rica relectura de más de 400 páginas, que valoran los hechos cotidianos en boca de hombre y mujeres que reverencian y forman parte de nuestro ser costarricense.
La fusión del empresario con el hacer y resolver una necesidad nacional con gran visión de futuro no solo para sus negocios sino para el país, la acción certera y rotunda de un presidente que vislumbra la funesta acción religiosa amparada por la obcecación de algunos para la vida del Estado y finalmente la invitación de la incomprendida Yolanda, a dejar el doblez , en este caso religioso para dar paso a manifestaciones profundas individuales ante la magnificencia de la presencia del Altísimo.
Emprendurismo, visión de futuro, acción contundente y nada timorata del Estado, ojo no digo de la política y respeto a las voces profundas que mandan desde lo hondo de los individuos para reverencia al Altísimo son aristas necesarias para fortalecer y hacernos crecer como costarricenses y país para bambolearnos más de la cuenta en un mundo oscilante.
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